Sobre
Este retrato es de una gran amiga. La escena se desenvuelve bajo el sol cálido del atardecer, hace ya algunos veranos, en Alemania. Aunque la corona de flores en la cabeza no deja de ser un ornamento para el cabello, su simbología se remonta en la Antigüedad, donde se conocía como signo de distinción de una persona. Se conjuga la armonía cromática con una visión apegada a la realidad, como indicadores de un estilo naturalista. Ella, inmersa en la nostalgia de su país de origen, nos muestra visualmente una representación lírica de las emociones humanas.
Óleo sobre tabla
21,5 x 29,7 cm